18 Después de éste, trajeron al sexto, que estando a punto de morir
decía: «No te hagas ilusiones, pues nosotros por nuestra propia culpa
padecemos; por haber pecado contra nuestro Dios (nos suceden cosas
sorprendentes).
19 Pero no pienses quedar impune tú que te has atrevido a luchar
contra Dios.»
20 Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella
madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría
con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor.
21 Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de
generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de
mujer, les decía:
22 «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os
regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada
uno.